lunes, 8 de febrero de 2010

Pantalla grande


Los días pueden catalogarse según el estado del tiempo (un lunes lluvioso) , por el ánimo (un miércoles de miércoles, valga la redundancia) o por varios ítems más. Paso a contarles entonces mi domingo de ayer, que no pude calificar aún.

Cierto es que el día estuvo balanceándose entre la lluvia y el sol, pero encasillarlo por ese lado sería complicarse la vida y hay cosas más importantes como para hacerlo. También lo inicié con cierto malestar (la lluvia no es algo que me movilice demasiado) pero luego el incipiente cambio climático hizo virar mi humor también. Instalado ya el sol por la tarde, procuré despertar del letargo y me dispuse a lavar el coche luego de más de un mes sin hacerlo (culpemos a las giras, al tiempo, a la falta de tiempo-ganas, etc, etc) Una vez que el móvil estuvo en condiciones, decidí hacer caso a mi voz interior (en realidad al incesante reclamo exterior de la negra) y partimos hacia el cine. Esto sería un plan normal, algo común en una sociedad que cuenta con salas destinadas a tal fin y con gente adepta a entretenerse con tal manifestación artística. Pero no es mi caso.

Amo ver películas pero las butacas y la oscuridad tienen un efecto sedante similar a ingerir un Valium antes de sacar la entrada. De hecho, las últimas películas que intenté ver las terminé de comprender al alquilar el DVD correspondiente. Haciendo memoria, diría que pasaron casi cuatro años desde que pisé la impecable moquette del Belgrano Multiplex.

Llegamos al cine y la cola era de temer. Faltaba apenas media hora para el inicio de la función y los pochoclos ya comenzaban a dar vueltas por entre la gente. Con la entrada en la mano, dimos vuelta a la esquina, acomodándonos en el umbral de un edificio a la espera de la apertura de la sala. Primero me llamó la atención la gran cantidad de gente. Luego, divisar varios menores de 7 años para ver una película subtitulada. Por último, me asombró una pareja con un bebé en brazos pugnando por entrar.

Con el par de gafas prestadas, nos sumergimos en el acolchado asiento para ver "Avatar" en 3D. No recordaba cuál fue la última película que había visto en este formato. Se me antojó que pudo haber sido Jurassic Park pero no estaba seguro. Lo único que puedo aseverar es que quedé extasiado (la película es de una belleza difícil de describir) .

Y yo, negado consuetudinario a meterme en una sala, redescubrí la magia que genera el estar allí. La que hace que dentro de veinte años uno diga "Esa la vi en el cine!" y pueda retrotraerse exactamente al lugar, a la sensación vivida en ese momento único e irrepetible.

Llego a casa. Prendo el aire, bajo la persiana, y echa a rodar otra parte de la película por el barranco de los sueños, pensamientos, las emociones.... Terminó otro día de febrero. Un domingo "memorable"...

6 comentarios:

Guchi dijo...

Envidiable domingo lo calificaría yo.. Qué alivio! Mirá si nos abandonabas, hombre!

Chyna dijo...

Y con lo difícil que es ganarle a los domingo! Qué bueno Hernán! Ojalá sean muchos más! jaja
Salute

Miriam dijo...

Genial!! lo describiste genial!! voy a verla...

Anónimo dijo...

me paso lo mismo con avatar quede flasheada de tanto color y graffica.. beso hernan!

Yan dijo...

lo que nos demuestra que nunca es tarde para darle una segunda oportunidad a las cosas que pensamos aburridas o feas...
sabes que yo tampoco me puedo acordar cual fue la película que vi en 3D? se que vi una porque no me olvido de los anteojitos jajaj pero no se cual...
de la que no me olvido y no me voy a olvidar nunca es del Rey León... Esa si que es una película de las que digo "esa la vi en el cine!!!"... como llore!! por favor! jajaja...

Besos!!

Aribanita dijo...

Me morí con Avatar.
fuera de las imagenes hermosas y los efectos y bla bla bla.
Con la necesidad humana de busacar riquezas mas allá de todo limite y frontera. La espantosa "necesidad" de arrasar con todo lo que encuentra en su camino.
y las energias de la naturaleza conectadas a uno mismo. Los valores, y bla bla bla........... y no decis nada y chiste facil.