sábado, 18 de julio de 2009

Amigos


Con las primeras palabras, sin tener todavía noción de todas ellas, comenzamos a dialogar con las miradas en algún arenero. Vamos cincelando así nuestra primera perspectiva de que somos individuos sociales, de que alguien más que papá, mamá o la familia existen en nuestro universo.

Seres que luego irán mutando incesantemente en cada etapa de la vida.

Prestando un balde o una bicicleta aprendemos a desprendernos de lo propio para ser solidarios, integrarnos y recibir afecto de un desconocido. Eso queremos todos desde siempre.

Acaso no es parte de una incesante búsqueda hasta nuestros días?

Después formamos clanes en el patio del colegio y la empatía se genera muchas veces por la cercanía entre sus miembros. Es más fácil moverse en un radio de pocas manzanas cuando uno tiene 7 años y los permisos que emana la máxima autoridad son escasos.

Algo más crecidos, vamos juntándonos por algo más que el domicilio, adqiriendo gustos y personalidades que nos van llevando a clasificarnos en algún subgrupo más homogéneo.

Los estudiosos, los que viven para el esférico a toda hora. Los eternos James Dean de guardapolvo, rebeldes sin causa ni pausa que asolan las clases con sus golpes y empujones.

Las enamoradizas que escriben cartas al novio (que nunca llegará a ser el mismo para el mes siguiente) con brillantina sobre plasticola, aromando las cartas con el perfume más caro de mamá.

Hasta que nos sorprende un cambio radical al llegar al secundario. Nuevamente uno es un extraño entre extraños. Arranca otra etapa que será, con el tiempo, añorada o detestada según la etiqueta que haya recibido en ese ciclo. Porque es cierto que la crueldad suele manifestarse de manera despiadada a esa edad. Nos haremos socios del tabaco en un baño de atmósfera enrarecida, tendremos el despertar sexual y empezarán a jugar otras variables para tejer alianzas. Probablemente seguiremos con alguno de ellos por el resto de nuestras vidas.

Perdida la inocencia, llegamos al punto álgido del recorrido.

Facultad y trabajo serán el máximo exponente de lo mejor y peor de cada uno. Queriendo destacarnos sobre el resto o pasarla lo mejor posible a costa de otros. En ese terreno de solapada hostilidad también podremos encontrar laderos que combatan en la misma trinchera y tengan el mismo objetivo que uno en la mira. Nuevamente firmaremos tácitamente pactos de no agresión en pos de alcanzarlo, hasta tomándonos alguna copa cuando ya dieron las 5 pm y es tiempo de treguas.

En definitiva, amigos serán siempre muy pocos. Quedarán en el camino aquellos que uno creía eternos, llegarán otros y se irá retroalimentando la lista indefinidamente. Siempre necesitaremos de su incondicional presencia para subsistir y seguir conservando humanidad en nuestro ser.

Para ellos, felíz día. Perdón por los olvidos y gracias por lo que me han dado.



miércoles, 15 de julio de 2009

Cosa extraña


Avanzar, retroceder, desviarse, acelerar...todo termina siendo movimiento en definitiva. Podemos hacerlo en línea recta sin mirar al costado, como los mateos del zoológico.

O hacerlo lentamente, con la parsimonia de quien maneja sólo los domingos. Metafóricamente, como los cangrejos de alguna playa desierta, pergueñando contínuamente en lo pasado. O quizás con un desenfreno tal que nos permita evitar los carteles que la ruta nos señala preventivamente.

Quedarse quieto es sinónimo de estancarse.

El cuerpo, la mente, la vida nos reclaman algún gesto que la saque de la comodidad. Puede que esté en nuestra naturaleza, puede que el ritmo de la ciudad así lo condicione.

Encarar desafíos, ponerse metas, escalar hasta que los dedos esten entumecidos en la montaña de los sueños.

Quien sufra de vértigo, que se mude a una chacra a cultivar su alimento. Que viva alejado de sus pares, sin electricidad que lo acerque a las sucesivas tentaciones que irradian las pantallas.

El resto, mortales alienados, seguiremos en la danza eterna en la que hasta los postrados bailan imaginando otro destino.

Craneando la próxima jugada, estrategas del día a día. Sobrevivientes algunos, vivos por demás otros.

Un amasijo rodando y rodando. Entremezclados los unos con los otros en una pirámide venida a menos.

Seguramente estarán quienes quieran bajarse del samba enfermizo como también los que disfruten del mareo y de los golpes. A veces me quedo a mitad de camino contemplándolos.

Hasta que la noche me sorprende con su helado aliento y parto nuevamente.

lunes, 6 de julio de 2009

Pide y se te dará...


Tenía treinta pesos en el bolsillo esa noche. Sin embargo al próximo amanecer esperaba sumar unos cuantos billetes, tras haber entrado a regañadientes al grupo.
Ellos arrancaban temprano en la casa del Laucha, reducto donde las esperanzas se materializaban al apoyar el último vaso, quien fuera el artífice de que sumara al clan tras convencerlo de lo fácil de la cuestión, de la necesidad de su destreza al volante, de poder escaparle rápidamente a la miseria en la que estaba...
Saque si quiere ganar! dijo un tal Ramírez, mentor del plan, sumándo dos rayas más a su cuenta. Por detrás, el resto reía sin saber bien de qué.
Acusaron las once las agujas del reloj. Envalentonados, subieron los cuatro al furgón y avanzaron por las calles de tierra rumbo a la ruta. La cumbia aturdía a los cinco ocupantes mientras la madrugada parecía estar sedada fuera del habitáculo.
A menos de un km del depósito, apagaron el estéreo y comenzaron a chequear el fierrerío. Una 45 quitada al último policía acribillado, dos 22 "matagatos" que amedrentaban más que otra cosa y un Colt 32 que tenía unos cuántos atracos en su haber. Todo estaba listo para adentrarse en la metalúrgica.
Tomó el volante y enfiló resuelto. Dos luces azules a lo lejos, lo hicieron apagar las suyas y resguardarse a la vera del camino. Sentía el corazón trompeándolo en las costillas.
Tras la ventanilla, contempló los pañuelos rojos, botellas y damajuanas vacías arrinconadas frente a la estampa del Gauchito Gil.
No era creyente antes y menos después que la leucemia le arrebatara a su primogénito. Pero sintió la necesidad de encomendarse a ese ícono. Todavía en casa lo esperaban otros dos vástagos y su mujer.
Aguardaron a que entrara el primer camión del reparto, manejado por un vecino de la humilde barriada al cual habían hecho socio previamente. El portón gruñó al abrirse y, trepadas al paragolpes, divisó las siluetas de Matute y del Laucha perforando la mediocre vigilancia.
Arrimándose sigiloso, desenfundó el imponente revólver y encaró al empleado de seguridad quien no opuso resistencia.
Todo venía resultando tal cual lo planeó Ramírez. Nunca supo si ese era su apellido verdadero pero mejor ignorarlo, pensó. Sabía si que había estado guardado más de lo que había caminado en su vida. Sólo haría un "trabajo" y con su parte pensaba comprarse un auto para remís.
Desde que había sido echado en la última crisis, todo se había vuelto cuesta arriba. La enfermedad de Nahuel lo había dejado en la ruina, lugar del que era habitué, hasta que consiguió aquél trabajo en la textil. Esos tiempos de bonanza se le cruzaban por la mente en este momento y a ellos añoraba volver después del atraco.
Flanqueado el ingreso, redujeron a los pocos operarios que trabajaban en el turno nocturno y avanzaron a la Administración. La vetusta caja fuerte ronroneó gentilmente en las manos del Laucha y desnudó el efectivo y cheques que poseía. Algunas computadoras y elementos electrónicos servirían también para aumentar la cuenta. Una hora más tarde, ya sustraídas las cintas de las cámaras y encerrados convenientemente los empleados, se alejaron presurosos al estacionamiento donde Ramírez los esperaba cargando las cosas.
Al aproximarse, un fogonazo iluminó la incrédula cara del Laucha quien cayó seco al pavimento. Otro más y fue Matute quien lo hizo sonoramente al hacerse añicos el plasma que acarreaba.
Para cuando las piernas querían salírsele del cuerpo, un ardor desconocido le corrió por la espalda tumbándolo también. Alcanzó a divisar cómo se escondía en la campera la humeante 45 y más arriba el rostro impávido de Ramírez.
Giró por última vez la cabeza, contemplando aquella imágen a la vera de la ruta y se sintió más identificado que nunca con el pagano santo. Cayó por gil y gauchito...

miércoles, 1 de julio de 2009

Somos los mismos de siempre


Terminado el escrutinio, no pudo más que soltar una mueca de alivio. Importaba el resultado claro está, pero más todavía el acabar con tanto asedio periodístico, tantas horas de sonrisas apócrifas para la foto, tantos viajes a parajes desconocidos de la provincia.

El ser una figura política tiene sus desventajas.

Bien lo sabía cuando tuvo que esconder algún que otro hijo a la prensa a cambio de ciertos privilegios para el reportero inquisidor.

Su mujer conocía esos deslices pero cambiaba el qué dirán por una vida social en armónica conveniencia. Como compensación, terminó por tener algunos encuentros furtivos con el secretario privado de su esposo.

También era cierto que él estaba allí más por descendencia que por mérito propio.
Su carrera en el Derecho no había sido brillante como la de su padre, ni su abuelo.

Pero el feudo estaba consolidado y los cargos iban sucediéndose generación tras generación.
De hecho, la familia completa ocupaba cargos y su mujer no sería la excepción, ocupando la cartera Salud y Bienestar Social para darle un aire "a lo Evita" a la gestión.

Aún así, en algunos casos, la suerte les había sido esquiva en las urnas. Nada que no pudiera dirimirse luego tras una charla amistosa en principio y alguna balacera intimidatoria luego.

Marionetas sobran, deciá el viejo caudillo, y tengo comprados los hilos ...

Las primeras encuestas lo habían colocado en una paridad. Terciaba un potencial candidato, al cual bastó convencer con 1000 hectáreas del gobierno provincial, para el tejido de una endeble alianza.

Llegado el día electoral, los boca de urna auguraban un triunfo por 4 puntos. En la gobernación las pantallas de plasma abundaban y el enjambre de reporteros revoloteba mientras iban llegando los cómputos desde la capital. Los dedos mecián los hielos en el vaso de Chivas mientras su
diestra recorría un pañuelo por su frente. Los números desconocían la lógica o, al menos, eso empezaba a creer. La exigua diferencia a favor no le permitía el relajo acostumbrado.

Llevaba 8 años dirigiendo los destinos de SU tierra e iba por otros 4.
Su padre había logrado modificar la Constitución Provincial y se había mantenido impertérrito 16 años en el cargo. Luego llegó su turno, ahora no podía ser menos.

De repente un entumecimiento se apoderó de su brazo. Rígido, cayó desplomado al suelo volcando el resto del etílico en la alfombra persa. Corrieron todos tras él dentro de la habitación, procurando reanimarlo. El equipo médico se hizo presente y fue derivado de inmediato al nosocomio más próximo.

Siendo las 5.50 AM se comunicó oficialmente su deceso. Para esa hora la elección tenía un ganador por tan sólo 0.42%. Continuó siendo un digno heredero.
Viva la democracia...