lunes, 5 de julio de 2010

Gloria al 10


En la vida hay amores que nunca pueden olvidarse...sonará trivial si digo que para muchos lo es una simple camiseta de fútbol. No tanto si se extiende a la casaca nacional.
Algunos tuvimos el privilegio de ver un equipo campeón en México y otro subcampeón en Italia. Con denominadores comunes ambos: un ser superdotado dentro del campo de juego.
No sólo por calidad y técnica sino por el amor y devoción que sentía por llevarla.
Un tipo que dejó de ser un hombre para pasar a ser un mesías del fútbol argentino, llevada su figura al límite de colocarla en un altar blindado, de ser la asociación más cabal entre un apellido y nuestro país.
Un hombre capaz de jugar con lesiones imposibles, de someterse a la más estricta disciplina física si así lo requería, de relegar cuestiones personales con tal de estar presente dentro de la cancha
para representar a su bandera.
A él le debo las únicas lágrimas que ví derramar a mi viejo tras una increíble apilada de ingleses y un revanchismo trasladado a noventa minutos sin trincheras.
Otras menos dulces, cuando se marginó del mundial en el 94.
Claro, más de uno pensará que tiene ínfulas increíbles, soberbia en demasía, poco decoro.
Otros dirán hoy que no tiene méritos suficientes para estar al frente de un grupo, ya que no pudo hacerse cargo de sí mismo. Que en definitiva era tan mortal y falible como todos, es lo que más les duele.
Es evidente que divide las aguas como pocos.
Pero no neguemos esto: hasta hace un par de días, salíamos con la remera puesta y el pecho inflado abrazándonos al deseo de que de una vez por todas pudiéramos torcer años de magros resultados. Y eso no lo generaban los once que entraban a jugar. Venía de la certeza de que estábamos nuevamente bajo el halo de aquél mismo hombre y no había razón para no confiar en que esta vez se nos podía dar.
Ese contagio instantáneo que sucede cada vez que Maradona se suma en un mundial.
Cuando gana, está cerca de ser bíblico. Cuando pierde, es quien camina con la cruz. Sin medias tintas.
Podremos seguir eternamente hablando de tácticas, nombres, preparación, etc, etc.
Yo soy de los que quieren que sea felíz haciendo lo que más sabe. Entregarse por completo muriendo con sus ideas. No tengo dudas respecto a lo que siente por la selección.
Porque él más que nadie, la tiene bien adentro.