sábado, 27 de febrero de 2010

Esquina olvidada


La desdichada sale a la calle a la misma hora, en un ritual pagano. Habla hasta con las paredes...el problema es que ellas nunca responden.

Mira para ver si reconoce alguna cara, arranca el yuyal que se empeña en aflorar por entre las baldosas, levanta un par de papeles que quedaron recostados en su vereda.

Sólo verla me hizo imaginar su historia: algún hijo que ya se ha olvidado de dónde vino, un marido buscando un trago en el purgatorio mientras se define su última morada. Un pasado imperfecto, sí. Jamás tan sola.

La viejita de la esquina viste un ajado saco color uva, pañuelo negro arriando sus largas canas y un vestido negro con pequeñas flores que, alguna vez, habrán sido blancas. Lleva medias azules que le contienen los dedos que asoman por la punta de las chinelas grises.

Su casa es, por lejos, la más pequeña y venida a menos de la cuadra. Imagino que vivirá con menos de lo justo y que la prioridad dejó de ser la filtración de la terraza, si es que la recuerda.
Una tarde, escuché a una vecina en el almacén diciendo que estaba loca hacía años. No me consta el diagnóstico barrial y, sobre todo, no estoy matriculado para estigmatizar con tal calificativo a nadie.

Pienso que se ha refugiado en sí para subsistir, que cada vez que mira a alguien está esperando una charla que no escuchará bien. Aunque sea la trillada conversación sobre el clima de este febrero tropical podría alegrar su desvencijado corazón...

En definitiva, los viejos suelen ser dejados atrás, como los almanaques y los cepillos de dientes.

jueves, 25 de febrero de 2010

Toda para mí...


Subí los seis pisos en un silencio sepulcral. Eran las ocho de la noche y el movimiento en el edificio parecía ser nulo. Sólo percibía el barullo de mi mente, que no paraba de recitarme aquello esencial por lo que estaba ascendiendo a ese departamento.

Logré domarla en el cuarto piso y respiré hondo una, dos, cinco veces hasta despojarme de esa conversación estéril.

Abrí la puerta y me adentré en el moderno hall. Muy distinto al que usualmente encuentro antes de girar la llave de mi puerta. Claro está que mi dos ambientes tienen sus 25 años de construídos y éste no debe superar el par.

No llego a tocar el timbre que la puerta se abre. Tras ella una figura esbelta de dientes que parecen haber sido enjuagados en lavandina, me sonríe. Percibo que me estaba esperando y que no debe superar los 30 y pico...

Recién nos conocemos y ya flota una energía diferente a la que dejé en la calle. Podría hasta verla si estuviera mejor preparado. Sí alcanzo a sentirla...de eso no me quedan dudas.

Viene después un abrazo entre efusivo y contenedor para, luego, invitarme a pasar. Piso flotante, pocos muebles, un diván, una silla. equipo de música, una helecho para cortar con el impersonal blanco reinante en las paredes. Hay pulcritud en exceso, minimalismo decorativo y carencia de la esa calidez que sólo podría imprimirle alguien que no lo use meramente como lugar de trabajo. Me sorprende este contraste con el espíritu de quien me recibe.

Dos minutos después, un cruce breve de miradas, una complicidad nacida de...mi necesidad? Trato de no pensar demasiado en ello y me sumerjo en la verba, al principio, para luego entregarme mansamente.

Liberado del peso de este día, de los pasados y del pasado me siento confortable como pocas veces. Acaricio la tela con mis dedos mientras busco respuestas que suelen aflorar de mi boca. Puta...cómo no descubrirlo antes! La lucidez deja de hibernar parece...

Al cabo de una hora, habiendo sido esta de total dedicación a mi ser, pregunto por sus honorarios y felizmente me dispongo a abonar.

Será hasta la próxima sesión...

lunes, 22 de febrero de 2010

Optica


Mirando al espejo del baño, la vieja cicatriz de la última filtración en el techo, los azulejos despoblados, la puerta y el toallón colgado. Ningun rastro de mi humanidad. Volví a mirarlo incrédulo y se mantuvo estóica la primer postal. Acaso era obra de algún perverso engaño que me jugaba la luz? Cuál sería el causal de tal distorsión?.

Me fui aproximando cobardemente, como si fuera a engullirme si me paraba de imprevisto frente a él. Esperando dar con mi falso gemelo esta vez, quedé expectante a la derecha del marco. Sentí correr una gélida gota por la frente, que se detuvo al dar con el parquet provocando un mínimo ruido que invadió el silencio de las dudas.

Podría haber desaparecido sin notarlo, muerto repentinamente en una siesta que nunca logré terminar? Diversas conjeturas chocaban entre sí, ninguna tendría chances dentro de los parámetros normales.

Comencé a acercarme con la máxima lentitud posible, contando internamente irresolutos " a la una, a las dos y a las...". Inspiré resignación y esperanza por partes iguales.

Envalentonado, comenzaron a asomar los primeros cabellos erectos, las canas entremezcladas, un par de ojos en franca luna llena y barba de cinco días rodeando carnosos labios. Siguió luego un torso belludo, de hombros redondeados salpicados por pequeños lunares. Una mano se acercaba a la imágen señalando al extraño que aparecía, con quien compartía sí la misma cicatriz en el ojo izquierdo. La recordaba bastante más grande, ahora casi se perdía en la densidad de las tupidas cejas. Podría haber sido un cualquiera hasta que habló y me dijo:

"Si no encontraste al que buscabas lejos estoy de ser el responsable. Yo sólo te muestro al que querés ver. Podrías haberte reflejado así en la primera oportunidad, pero querías dar con el chico que dejaste atrás hace tiempo. Ahora aceptaste tu ser tal cual es, sólo deberías sentirlo así".

Nunca supe si hubo realmente algún sonido en ese cubículo, sólo sé que tomé la máquina y comencé a afeitarme...

miércoles, 17 de febrero de 2010

Suponte que....



...huelgan las palabras. Claro que tienen derechos, como todos, a reclamar lo que consideren justo. Viendo cómo se las maltrata últimamente, tiendo a solidarizarme con su piquete.
Qué decir también de todas aquellas que se utilizan en vano para llenar un silencio que, al fin de cuentas, terminamos extrañando. O las empleadas en negro, para esconder oscuras intenciones.
Exceso de información, verborragia...enfermedades de estos tiempos donde la comunicación trasciende a todos y nos atraviesa en continuado. La discusión del poder de los medios y su tendenciosa manera de llegar a nosotros. La manipulación, el coqueteo con determinado grupo de poder. Oficialistas y golpistas. Ese ir y venir de palabras, epítetos, onomatopeyas termina ya por saturar.

Imaginemos el día en que las palabras digan basta, cansadas del manoseo, del violento ultraje al que vienen siendo sometidas incansablemente: El famoso "digo", cuando es evidente que estamos diciendo... el "boludo" como corolario para cualquier oración, el "nada" o el "manzana" sin mediar explicación coherente...

Palabras que no tendrían que operar en ese momento, se rebelan entonces por las horas extras y el doble turno obligado sin vacaciones pagas. Algunas otras, sin embargo, no adhirieron a tal medida sindical.

El dúo "tipo que" fue el primero en salir del ostracismo, buscando recuperar su viejo trono. Atrás lo siguieron otros aprovechando el revuelo causado por no tener qué decir. Aparecieron el "goma", el "mamarracho" y otros tantos vocablos que dormían con naftalina.

Y todo siguió de la misma manera...la gente usando palabras sin sentido, aquellas que se prostituyeron por monedas con tal de saltar nuevamanente a las tablas del lenguaje.

Porque, viste vos...nada. Digo....tipo quiero decir algo y...manzana que te sale así nomás boludo!






lunes, 8 de febrero de 2010

Pantalla grande


Los días pueden catalogarse según el estado del tiempo (un lunes lluvioso) , por el ánimo (un miércoles de miércoles, valga la redundancia) o por varios ítems más. Paso a contarles entonces mi domingo de ayer, que no pude calificar aún.

Cierto es que el día estuvo balanceándose entre la lluvia y el sol, pero encasillarlo por ese lado sería complicarse la vida y hay cosas más importantes como para hacerlo. También lo inicié con cierto malestar (la lluvia no es algo que me movilice demasiado) pero luego el incipiente cambio climático hizo virar mi humor también. Instalado ya el sol por la tarde, procuré despertar del letargo y me dispuse a lavar el coche luego de más de un mes sin hacerlo (culpemos a las giras, al tiempo, a la falta de tiempo-ganas, etc, etc) Una vez que el móvil estuvo en condiciones, decidí hacer caso a mi voz interior (en realidad al incesante reclamo exterior de la negra) y partimos hacia el cine. Esto sería un plan normal, algo común en una sociedad que cuenta con salas destinadas a tal fin y con gente adepta a entretenerse con tal manifestación artística. Pero no es mi caso.

Amo ver películas pero las butacas y la oscuridad tienen un efecto sedante similar a ingerir un Valium antes de sacar la entrada. De hecho, las últimas películas que intenté ver las terminé de comprender al alquilar el DVD correspondiente. Haciendo memoria, diría que pasaron casi cuatro años desde que pisé la impecable moquette del Belgrano Multiplex.

Llegamos al cine y la cola era de temer. Faltaba apenas media hora para el inicio de la función y los pochoclos ya comenzaban a dar vueltas por entre la gente. Con la entrada en la mano, dimos vuelta a la esquina, acomodándonos en el umbral de un edificio a la espera de la apertura de la sala. Primero me llamó la atención la gran cantidad de gente. Luego, divisar varios menores de 7 años para ver una película subtitulada. Por último, me asombró una pareja con un bebé en brazos pugnando por entrar.

Con el par de gafas prestadas, nos sumergimos en el acolchado asiento para ver "Avatar" en 3D. No recordaba cuál fue la última película que había visto en este formato. Se me antojó que pudo haber sido Jurassic Park pero no estaba seguro. Lo único que puedo aseverar es que quedé extasiado (la película es de una belleza difícil de describir) .

Y yo, negado consuetudinario a meterme en una sala, redescubrí la magia que genera el estar allí. La que hace que dentro de veinte años uno diga "Esa la vi en el cine!" y pueda retrotraerse exactamente al lugar, a la sensación vivida en ese momento único e irrepetible.

Llego a casa. Prendo el aire, bajo la persiana, y echa a rodar otra parte de la película por el barranco de los sueños, pensamientos, las emociones.... Terminó otro día de febrero. Un domingo "memorable"...