domingo, 22 de junio de 2008

Un domingo más...


Definitivamente, cuando llega el turno del ocio se me hace difícil disfrutarlo.

Enseguida busco en qué ocuparme rápidamente y lo dejo abandonado, pidiendo una chance desde el banco.

Para peor, si el ocio y el cuerpo se asocian, la mente da por finiquitada la relación rápidamente: ella siempre tiene que entretenerse con alguna cuestión inmediata o, caso contrario, se dispone a revolver en ese arcón llamado memoria.

Llegó el domingo. Otro más. El frío hacía más complicada la salida, que ya estaba pautada de antemano.

Pensaba en esto cuando llegó el 80, línea que debe tener uno de los recorridos en recta más largos de toda la Capital Federal.

Ni bien cruza el puente de la línea Mitre, en Belgrano R, transita su lineal derrotero por Av. de los Incas (que luego mutará en Av. Beiró) durante más de 8 km.

Viajar en colectivo tiene su encanto. A pesar de que tengo un vehículo (al menos en los papeles, ya que el mismo está en reparación desde hace casi un mes) no dejo de sorpenderme por lo que uno puede hacer casi en simultáneo mientras lo transportan: leer, hablar por teléfono, escuchar música, comer un alfajor, relojear a la que está sentada en el segundo asiento, cuidar las pertenencias del que está parado atrás tuyo, contar las monedas para la vuelta.

Todo mientras uno se aferra sanguíneamente al caño aunque no participe del "Bailando por un sueño"...

A la altura de Parque Chas, conseguí el botín más preciado: un asiento. Se amplió abiertamente el abanico de opciones, ya que podía desde escribir hasta cortarme las uñas sigilosamente.

En eso me entretenía cuando al alzar la vista me topé con una publicidad de pipetas para perros y felinos. A partir de allí me salí del recorrido y postergué la simultaneidad de tareas porque me golpeó en la sien y no vi el guante: el trabajo había venido a mi mente y en el laboratorio se avizoraba un principio de semana álgido. Debía llamar a un tercerista apenas llegaba y enviarle los insumos para iniciar una producción, pedir unos certificados pendientes a un proveedor luego, verificar si había recibidido un mail de un contratista...

Otro domingo se me hacía lunes y recién era la una del mediodía.

2 comentarios:

Marcelo dijo...

Muy bueno tu blog Hernán! Para mí el domingo termina al atardecer, después de los partidos de fútbol. Me quedé pensando en los recorridos largos en línea recta de colectivos porteños, y te sumo tres a la estadística: el 21 que arranca en Puente La Noria por Gral. Paz hasta Maipú; el 86 desde av. de Mayo al 500 hasta Rivadavia al 11.000 y el imbatible, aunque no sé si todavía existe: La Lujanera desde Rivadavia y Jujuy hasta Luján via ruta 7. A ese no hay (o había) con qué darle.
Un abrazo

Tucho dijo...

Tu blog es de primera. Para mí los domingos se acaban el domingo un poco antes de la cena, cuando me siento a la computadora a ver la agenda de la semana e instantáneamente los pelos se me empiezan a poner de punta, las manos me empiezan a temblar y el bolsillo me empieza a latir cuando veo las cuentas que tengo que pagar. Pero bueno, una ojeda al Clarín del domingo en Internet me permite ver que ganó Boca y me devuelve uns instante de felicidad. En colectivo trato de no viajar a menos que sea totalmente imprescindible, que mi recorrido sea de màs de 20 cuadras o que tenga el bolsillo repleto de monedas, porque si tengo pocas estoy seguro de que la mitad van a ser truchas y la maldita màquina me las va a rebotar y voy a quedar como un boludo. Dale para adelante con la onda del blog que viene genial.