domingo, 1 de noviembre de 2009

El que busca...


Soñé con vos nuevamente. Ya no sabía realmente cuántas noches habías estado entreverada en los cuentos que fabula el inconsciente en esas horas.
Cada vez te ibas acercando más, conforme pasaba cada una de ellas.

Empezaste siendo un contorno sutil, envuelta en finas sedas blancas que flotaban irreverentes por la brisa tenue que parecía atravesarte toda.
La noche siguiente a tu primer aparición, intenté encontrarte nuevamente.
Claro estaba que se me iba a dificultar hacerlo teniendo por delante el arco vacío para embocar de chilena el gol del campeonato con la nueve en la espalda mientras se vencían los alambrados una Bombonera que coreaba toda: Saravia, Saravia!!

Volviste a aparecer una tarde calurosa de domingo. Allí, meciéndome en una hamaca paraguaya a orillas del Arroyo Dorado en el Paraná, comenzaste a acercarte sigilosa. Pude distinguir
tu delgadez extrema en ese resplandor inexplicable que te vestía y hasta creí ser invadido por tu aroma en aquella ocasión.

Muchas veces, solías quedarte observando sin hacer nada. Y yo también entraba en ese juego de miradas sin ojos, esa dialéctica muda que nos ataba en lo denso de la negrura del cuarto.

Durante el día te traía a la mente intentando descifrar si eras alguna de las mujeres que conocía o había conocido. Recordé una antigua novia descendiente de alemanes, otra rubia de la cual no conocía filiación pero de la que sí podía dar fe de su extrema palidez. Pero ninguna era tan alta como vos y carecían todas de tu gracia en el andar. Podría jurar que flotabas y no me hundiría luego en los avernos.

Manejaba en la madrugada, lo recuerdo bien. Presuroso porque el negro cielo amenazaba
con escupir aquellas bolas de hielo que, inefables, convertían a los coches en coladores con ruedas. El destellar amarillo de los semáforos hacía que la imprudencia estuviera dentro de cierto marco legal, aunque a esas alturas llevara el auto a unos 100 km por hora por la desolada avenida. Comenzó a gotear grueso y el pie derecho se tentó a hundir el pedal aún más.

Las noticias daban cuenta de que granizaba a unos escasos kilómetros y que era inminente que lo mismo ocurriera en la ciudad.
Saliste de la nada, cruzando la esquina sin detenerte y enfilaste resuelta hacia mi. Como si quisieras haberme encontrado desde aquella noche en que te ví danzando en el horizonte, toda tu belleza envuelta en el blanco halo.

Debo decirte ahora, cara a cara, que no te han hecho honra quienes te dibujaron de negro cargando una pesada hoz en tus hombros.

6 comentarios:

Lucas dijo...

Wow.. me gusto mucho... Espero q t des una vueltita por mi humilde blog ajaja,, mucho mas modesto q este...
Un abrazo hernan...Nos vemos el 13

Juan Duque Oliva dijo...

Toda una historia de amor la que tenemos con esa señora durante toda nuestra vida.

Marψa del Campo dijo...

Te veo perdido y en cierto punto de dolor, al menos, sí tus letras... Me gusta mucho esa escritura, los matices se pueden tocar.

Georgina dijo...

Buenísimo Hernás, la verdad es la primera vez que entro acá y encontrarse con este texto de una invita a seguir leyendo.
Besos.

ona dijo...

mmm eso en mi barrio se llama estar hasta las boliiss... muy bueno los textos.. tenes algo muy especial..

besitos y nos vemos mañana en el pepsii =)

Marψa del Campo dijo...

Hola, soy de "Libros y 3-" y no sé si pudiste leer mi respuesta, y al borrar ese apartado, decidí dejarte el mensaje aquí; llegué a tu blog saltando como los canguros, la verdad, y me llamó la atención. Los escritos se me llevan bastante, una se sumerge en ellos como en agua. Son intrigantes, sospecho que hay mucho trasfondo, y eso es lo que tienes que inutir. Eso me encanta. Me harías un favor si me calibraras tú también. Saludos!