martes, 30 de noviembre de 2010

Magia


Modesto Peñalba amanecía cuando el día aún no lograba desperezarse. Tenía un ritual inclaudicable, sostenido a base de las carencias más que por la costumbre en sí. Ponía una pava entera a calentar mientras se duchaba brevemente para no malgastar la garrafa. Quizás su destino estaba sellado en su nombre.
Pero hubo tiempos peores...cuando el mate no podía acompañarse de otra cosa más que de un par de milonguitas rasqueteadas a algún panadero solidario. Y recordaba aquellos días donde la infusión lo mantuvo en pie más de una vez con su sóla presencia.
Hacía ya seis años que tenía un trabajo estable como pegador de suelas de zapatos en una fábrica de Barracas. Atras había dejado al Termidor como había prometido a San Cayetano aquel agosto de 2006 si conseguía volver a la actividad. Marta, su mujer, aún podía seguir descansando un par de horas más hasta que entrara a la salita del barrio donde era enfermera.

Vivían en una humilde casita de material en Florencio Varela, herencia de los padres de ella. No habían tenido hijos... porque así la vida lo había decidido decía cuando le preguntaban. En realidad, él había estado varias veces preso y difícil que en la comisaría tuvieran piedad por el borracho belicoso una madrugada de invierno. El rigor del servicio penitenciario lo volvió estéril. Y el se convencía de que era justo por todo lo que le hizo sufrir a la pobre Marta en aquellos años de sometimiento al alcohol.

Modesto trepaba al tren que lo depositaba en Constitución y de ahí a patear las cuadras que lo separaban de la fábrica. De 6 a 14 era su horario habitual, aunque a veces podía hacerse de unas extras.

Los sábados se hacía un lugar para despuntar su pasatiempo favorito: la magia. Animaba fiestas infantiles en un comedor vecinal donde depositaba aquello que en la vida le había sido esquivo. Tenía una relación tan cercana con esos chicos, que no se amedrentaban por su 1.85 mt y casi 100 kg de peso. Ahí se transformaba en "El hechicero Modesto". De la nada, surgían flores secas y despegadas bajo la galera de papel canson negro que se había hecho. Los juegos con los naipes también estaban entre sus preferidos.

Pero sin dudas que el acto principal era la aparición del Sr. Bigotes tras las certeras palabras mágicas de Modesto: "Fuchilalá, fuchilalé!". Timidamente, una vez salido de su encierro, un blanco ratón salía caminando sobre la mesa. El presupuesto y el nombre del mago conspiraron para que nunca llegue a conejo....

4 comentarios:

Luliita dijo...

Muy bueno! Duro, real, mágico. Muy lindo leerte!
Un beso Gigante!



.Lulii&Delfi

Hipercandombe. dijo...

CLAP, CLAP, CLAP!


Como siempre.. no puede ser mas gustoso leerte!

Marψa del Campo dijo...

Me encanta la magia ;)
Sobretodo porque es ilógica.
Saludos!

Melanie dijo...

sos un genio Hernan!