miércoles, 17 de junio de 2009

Según pasan los años...


Otra mañana y despierto el intento de levantarme.
En la televisión, los goles de la campaña del Barsa campeón se funden con los golpes de la obra del último edificio que entra en la manzana.
Un leve atisbo de luz traspasa la persiana que resiste estóica el embate del viento azotando el octavo piso.
Más abajo imagino las manos ateridas de los pibes entrando presurosos al colegio de enfrente. Bocinazos a destiempo llegan como prueba enfática del malhumor y la impaciencia.

Destapo mi ser y mis pupilas a la vez. El frío del cuarto atestigua la carencia de una estufa.
No puedo quejarme sin embargo, siempre hay otro en peor situación.
Con el cuero de pollo, echo café en la taza que quedó sin lavar desde ya no me acuerdo cuándo.
Mientras, gano un par de minutos injertándome el pantalón y poniéndome una remera sobre la cual dormí. Pretendo conservar a rajatabla algo del calor del acolchado.
Doy cuenta del famélico desayuno en un sorbo único. Acomodo un tanto el pelo y lavo mis dientes.
La indecisión se vence luego, al colocarme el pulover. Ya no hay vuelta atrás.
Resta sólo encontrar las llaves, tarea no siempre sencilla, y emprender el descenso directo a los avernos laborales.

Apreto el botón que se ilumina luego, anunciando un movimiento que no se produce. Alguien debe haber dejado la puerta abierta del ascensor supongo. Repito el mecanismo pero, esta vez, un piso más abajo. Nada ocurre. Debe existir una confabulación, una logia matutina empecinada en que deba bajar los siete pisos restantes por la escalera.

Emprendo la tarea no sin antes recordar parte del árbol genealógico del descuidado o malnacido copropietario. Tres pisos más abajo ya no me importa en cuál de las dos categorías se enrola el sujeto, optando decididamente por la segunda.

La mochila cargada se va convirtiendo en un yunque mojado. Una vez llegado a tierra firme refrendo el daño causado por los años de tabaco y por los años en sí.
Es tiempo de hacer ejercicio me digo, mientras enciendo el primer rubio al subirme al auto.