miércoles, 18 de noviembre de 2009

En medio del frenesí...


Seguimos...imposible detenerse contra el estorbo, este enfermizo llover de segundos que servirán para darnos cuenta de que estaremos ahogados una vez más. Pero rendirse es imposible. Miro a mi costado. Todos vamos en la misma. Hablando del tiempo, continuamente perdiéndolo. Humanidad que mira más su muñeca que el adentro.

Y seguimos, cada vez más enajenados. Ya no es cuestión de lo que impone el jornal. Fuera de él, la tiranía es aún más feroz. Cronometrando hasta el descanso, las vacaciones son un cúmulo de actividades con horarios prefijado. No sea cosa de no tener nada que hacer una puta vez.

Quedarse contemplando el agua entre los dedos, sentir el ardor de la arena en la espalda, el baño de luz solar en la piel...no. Enseguida hay que tomar algún libro aunque sea, darle actividad a la mente y que no se adormezca. Palabras cruzadas, un tejido, tomar una pala y hacer un castillo con el nene de la sombrilla de al lado. Cualquier cosa que no deje lugar a la simple contemplación de la naturaleza.

Esto no es inherente al ser humano, lógicamente. Es una desviación que se ha venido imponiendo con el correr del tiempo (nuevamente aparece el déspota) y que ha funcionado para todos los que, justamente, suelen saber disfrutar de esos momentos habitualmente. Qué quiero decir con esto?

De seguro existe algún empresario adicto al trabajo pero ese es un problema que sólo puede

resolver un tratamiento deteminado. Por lo general, diría que es gente con la capacidad de mixturar trabajo y placer con mayor frecuencia que cualquier asalariado. De por sí, no tienen un cronograma vacacional ni mayores impedimentos económicos. Con lo cual podrían, si lo desearan, darle mayor lugar al ocio que cualquiera de sus empleados. Cómo se logra esto?

Pues justamente con el trabajo sostenido de aquellos, que generan esa riqueza. Y que es devuelta en forma de sueldo de manera que sólo pueda alcanzar para vivir dignamente (en el mejor de los casos).

Quedan alternativas a mano, dejar de depender de alguien para solamente depender de uno sería el inicio, claro está. La culpa es del chancho?

Mientras tanto, tenemos todo el año para poner el Travel and Living y disfrutar del azul del mar y los paisajes que nos devuelve la pantalla. Añorando los últimos 15 días de descanso desde el sommier cualquier noche de invierno con 5 grados de térmica...

jueves, 12 de noviembre de 2009

Round eterno


Hace días que algo atenta contra mí. Soy yo una vez más. Saboteando de a poco, y con el mayor de los sigilos, toda esperanza de superación. Arquitecto ciego de un destino sordo que no sabe de otra cosa más que repetirse incesantemente. Coartando el bálsamo de esperanza que pudiera aflorar de la sequía, eliminando todo vestigio de verde que quedara de la nada. Eligiendo no elegir.

Atravesando también el dolor físicamente, un masoquista enredado en los hilos de la marioneta que se encargó de cincelar y vestir. Testigo mudo del debate interno que se produce de tanto en tanto, donde siempre vence por puntos el mismo sujeto. Qué le queda al que quiere asomar la cabeza y demostrar de qué está hecho? Sólo la resignación de ver cómo se arreglan los resultados que lo confinan a continuar entrenando en las sombras, cada vez más duramente.

Un campeón sin corona, sin alientos, que suele quedarse sin banquito sobre el ring. Alguien al que el tiempo, ser inclaudicable, lleva a otro round para ser vapuleado nuevamente hasta quedar extenuado en la lona implorando que se arroje la toalla.

Imaginando en ese trance un mejor pasar, donde sea él quien elija al combatiente y no estar confinado a ser el partenaire de cualquier desquiciado que detente el poder.

Poder económico, poder mental, poder físico...siento que revuelvo el basural para ver qué me han dejado de ellos. Y las sobras, a esta altura de los hechos, no abastan para seguir adelante. Tiene que haber algo superador...

Intento encontrarlo de vez en cuando, sobre todo si las circunstancias se vuelven irremontables.
Pero la búsqueda dura menos que el padecimiento. He allí parte del porqué me devuelve esta imágen el impiadoso espejo. Si pusiera el mismo énfasis para hallar la claridad, no estaría sumergido en el ocaso.
Tengo una cuenta pendiente con este tipo...

domingo, 1 de noviembre de 2009

El que busca...


Soñé con vos nuevamente. Ya no sabía realmente cuántas noches habías estado entreverada en los cuentos que fabula el inconsciente en esas horas.
Cada vez te ibas acercando más, conforme pasaba cada una de ellas.

Empezaste siendo un contorno sutil, envuelta en finas sedas blancas que flotaban irreverentes por la brisa tenue que parecía atravesarte toda.
La noche siguiente a tu primer aparición, intenté encontrarte nuevamente.
Claro estaba que se me iba a dificultar hacerlo teniendo por delante el arco vacío para embocar de chilena el gol del campeonato con la nueve en la espalda mientras se vencían los alambrados una Bombonera que coreaba toda: Saravia, Saravia!!

Volviste a aparecer una tarde calurosa de domingo. Allí, meciéndome en una hamaca paraguaya a orillas del Arroyo Dorado en el Paraná, comenzaste a acercarte sigilosa. Pude distinguir
tu delgadez extrema en ese resplandor inexplicable que te vestía y hasta creí ser invadido por tu aroma en aquella ocasión.

Muchas veces, solías quedarte observando sin hacer nada. Y yo también entraba en ese juego de miradas sin ojos, esa dialéctica muda que nos ataba en lo denso de la negrura del cuarto.

Durante el día te traía a la mente intentando descifrar si eras alguna de las mujeres que conocía o había conocido. Recordé una antigua novia descendiente de alemanes, otra rubia de la cual no conocía filiación pero de la que sí podía dar fe de su extrema palidez. Pero ninguna era tan alta como vos y carecían todas de tu gracia en el andar. Podría jurar que flotabas y no me hundiría luego en los avernos.

Manejaba en la madrugada, lo recuerdo bien. Presuroso porque el negro cielo amenazaba
con escupir aquellas bolas de hielo que, inefables, convertían a los coches en coladores con ruedas. El destellar amarillo de los semáforos hacía que la imprudencia estuviera dentro de cierto marco legal, aunque a esas alturas llevara el auto a unos 100 km por hora por la desolada avenida. Comenzó a gotear grueso y el pie derecho se tentó a hundir el pedal aún más.

Las noticias daban cuenta de que granizaba a unos escasos kilómetros y que era inminente que lo mismo ocurriera en la ciudad.
Saliste de la nada, cruzando la esquina sin detenerte y enfilaste resuelta hacia mi. Como si quisieras haberme encontrado desde aquella noche en que te ví danzando en el horizonte, toda tu belleza envuelta en el blanco halo.

Debo decirte ahora, cara a cara, que no te han hecho honra quienes te dibujaron de negro cargando una pesada hoz en tus hombros.