martes, 29 de julio de 2008

LOKO LOKO



















Días diáfanos, tardes desapacibles, noches turbulentas. El clima va mutando con facilidad a lo largo de jornadas con pronóstico impredecible.

Nos ponemos un piloto cuando estamos con el alma goteando y, sin embargo, no podemos evitar que se nos llenen de moho los pensamientos (aunque encontremos quien se disponga a torcer nuestro ánimo).

Salimos en musculosa cuando la pasión calcina, aunque una gélida ventisca nos pueda traicionar al doblar la esquina.

Y nuestra existencia se engripa de dolor, mientras se va contracturando el alma.


Caminamos los años, cambiamos modas y conservamos modos.

Eso sí, pretendiendo alcanzar la perfección en un mundo absolutamente deforme. Tratando de hacer buena letra con el pulso de una momia.

Viramos entre lo normalmente aceptable y lo presumidamente alocado.

Pero cuando detectamos al que se le rompió el flotante, enseguida le apuntamos con el índice y lo guardamos tan lejos como se pueda.

Buscamos estabilidad emocional, no emociones. Ya no quedan revoluciones ni revolucionarios sueltos. Las ideas no se matan, se suicidan con el tiempo.


Repasando lo dicho hasta acá, me doy cuenta de que quizás todo esto carezca de una hilación. O sólo la tenga para mí en el segundo en que lo escribí.

Porque tenemos la capacidad de comprender lo incomprensible y porque quizás yo sea por momentos el que deba estar guardado...les pido solamente que no me señalen.




domingo, 27 de julio de 2008

Animándome


Me adoptó sin quererlo, pues era yo quien lo deseaba. Toda la vida pugnando por tener un animal en mi casa materna y la negativa ante todo. Que los muebles, que las plantas, que el cuidado, el para qué.
Había quebrado ese compromiso dos veces y las dos con idéntico final. Probé con un ovejero belga que no llegó al mes de estadía, porque fue separado muy pronto de su madre y no resistió el desapego. Años después introduje en la clandestinidad un setter irlandés (siempre extranjeros ellos) que tenía todas las de ganar, así tuviera que emigrar de mi casa para estar a su lado. Pero una enfermedad de nacimiento le imposibilitó desarrollarse a la par de sus hermanos. Hice todo a mi alcance, involucrando en su cuidado a mi familia postiza de entonces ya que ellos tenían otro de su lechigada y adoración por los animales.
Mi perro iba quedando diminuto al lado del otro, pero tenía un coraje y un temple que me obligaban a intentar revertir el destino. Los veterinarios ya me habían dicho desde el principio que era una quimera. Mi corazón al ver sus ojos, bombeaba esperanzas donde no las había. Operaciones, análisis, internaciones...hasta compré una cuna de bebé para que su hermano no le arranque la sonda que tenía en el estómago y por la cual se alimentaba inútilmente, ya que al rato vomitaba lo ingerido.
En sus últimas, era pelo y huesos. Sus húmedas pupilas imploraban clemencia, que bajara los brazos. Dormí abrazado a mi cachorro esa noche, derramando ríos contenidos por diques soñadores. Al día siguiente, no quise acompañarlo a que encuentre la ansiada paz.
A partir de allí, comprendí en parte la negativa de mamá. No sólo eran los muebles, el parquet encerado o las plantas. Era la posibilidad de que las cosas no salieran tan bien y la certeza del dolor posterior.
Al emanciparme sentí renacer ese deseo nuevamente. Y apareció la posibilidad de tener a Cleopatra, una siamesa de 45 días que patinaba por la cerámica de la casa en que nació. No dudé en tomarla para mí. Egoísta? Masoquista? Ninguna de las dos...creo que todos tenemos necesidad de dar y no pedir a cambio. Y que luego del dolor creemos que vendrá algo reparador. Ya había visitado ambos. Y si bien Cleo se convitió a los pocos días en Teo (debido a esa oscura mancha en el bajo vientre que se agrandó con el correr de los días) sigo refugiándome en el calor de su pelo, en sus ásperos lenguetazos y sus estudiados mordiscos. Esperando llegar para alzarlo y llenarlo de besos, acomodarme en la cama esperando que arañe una vez más el sommier y trepe para continuar su eterna siesta entre mis piernas.
Un animal que anima a otro...
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martes, 22 de julio de 2008

Aquella voz


Estaba desorientado, con el foco perdido. Disipaba energías en falso, retroalimentándose con el desecho ajeno. Difícil que así lograra algo. No había más esperanzas que alcanzar la inspiración que seguiría al exhalar mecánicamente. Así pasaba las horas, arrojandólas al cesto. El reloj perdía cadencia y parecía dormir intermitente.

Segundos de chicle...y la tele siempre encendida desnudando sus carencias.

Con el diario se repetía la situación. Los mismos titulares, los accidentes de siempre, un equipo alzaba la copa y otro descendía. Qué más daba a esta altura...

Su único lazo con la vida, se había desatado hacía tiempo. Aún la recordaba cada vez que se cebaba un amargo en soledad. El reproche era un hábito, como lavarse los dientes o encenderse un cigarrillo. Y más fuerte que la nicotina que abarrotaba sus pulmones. Pensó en llamarla y rogarle un imposible, hacerse culpable de todo y pedir cadena perpetua a su lado. Todo antes que esta muerte en vida.
El trabajo lo mantenía encendido ocho horas, elucubrando en ellas cómo retornar al punto de partida: aquella noche que dijo no va más.

Había perdido ganas y peso en partes iguales. Reciclaba su ropero cada quince días, llegando a usar medias dispares para el final de la ronda. Quién las vería después de todo? Quién más que su par de zapatos de gamuza percudidos, eterno basamento de la bolsa de huesos en la que se había convertido.

Arrojó el piloto en el sofá, sobre la pila de ropa sucia que descansaba en él. Decidido, tomó el teléfono y discó imperturbable los diez dígitos que lo distanciaban de aquella voz.

En la reverberancia de la respuesta, cerró el pestillo del abismo. Había olvidado lo desagradable de ese chillido agudo con decolorada cabellera...




jueves, 17 de julio de 2008

Ella


Tenía sus años pero aún su belleza era codiciada por varios. Era joven o madura, según los ojos de quien la mire. Podría decirse sin temor al yerro, que su mirada extraviada escondía un pasado tormentoso o un futuro impredecible.
Quizás ambos se reunían en ella.

Había venido al mundo sin proponérselo, fruto de un arreglo de otros que la marcaron de orígen.

De niña tuvo una infancia tormentosa que el mismo parto pareció predecir. Esas secuelas la hacían en extremo vulnerable y eran la mejor excusa para que se propasaran impunemente.

Conocía al dedillo sus limitaciones, escondiéndolas pobremente. Inocente, le juraron amor eterno varias veces. Las mismas en que terminó siendo vejada esa ilusión. Pero seguía redoblando la apuesta casi ciegamente, de forma tozuda podría decirse.

No buscaba un amor apasionado a esta altura, reclamaba dignidad. Alguien que pueda mirarla a los ojos sin desviarlos de los suyos por recorrer el generoso escote, pensando en liberarlo de esa opresión para tomarlo entre sus manos.

Seguía a la espera de quien la comprendiera y tratara como se merecía pero sistemáticamente, cuando lograba recobrar confianza, llegaba quien la quebraba y reclamaba su pertenencia con estudiado ardid.

Hoy mira desde la ventana, con los ojos enrojecidos, y ruedan lágrimas de despecho por sus mejillas.

Escuchando un eco distante que la nombra: Argentina, Argentina...

domingo, 13 de julio de 2008

Dúo dinámico


Tenía nueve años y mi vieja me lanzó una pregunta decisiva: te gustaría tener un hermanito? Nunca supe si el destino de Fede (por si no lo conocen, así se llama el cristiano) estaba atado a esa respuesta. Ciertamente no creo que el deseo de reincidir en la crianza dependiera de la misma. Pero al tiempo llegó y agradezco que así haya sido. No porque me sintiera sólo o padeciera el karma del hijo único, sino por lo bueno y lo malo que atravesamos juntos. Cada uno con su individualidad y con marcadas diferencias.

Durmiendo en el mismo cuarto de chiquitos, armándole un mundo de fantasías en los juegos, compartiéndolo con mis amigos. Tenía un sosías para combatir las horas de lluvia, para dejar de hacer frontón con la pelota y jugar un cabeza a cabeza. Para verlo crecer, cambiar su fisonomía, forjar su carácter.

Al turno de mi adolescencia, cuando aparecen otras inquietudes más mundanas, dejamos latente ese vínculo. Quedamos sin papá (aunque casi lo habíamos perdido en vida a decir verdad) y el timón de la relación perdió un tanto el rumbo. Luego sería él quien atrevesara los vericuetos de la pubertad, que lejos estaba de ser simple. Yo quise suplir ese rol sin darme cuenta que lo alejaba aún más al querer marcarle límites, al transmitirle mi experiencia para que evite agunos de mis errores. Y se nos fueron varios años en el camino.

Hoy, podemos decir que somos pares. Estamos ambos en un mismo bote, remando por nuestro sueño. Y me siento felíz de que así sea. Porque siempre existe la chance de recuperar lo que más queremos.

Mi hermano dijo "Nán" antes que papá o mamá. Se quedaba horas conmigo abrazado mientras veía televisión, chupándome el lóbulo de la oreja. Ese amor mutó con los años pero no se ha extinguido. Esta semana cumple 24 años y espero que sepa todo lo que lo quiero.

viernes, 11 de julio de 2008

Hacerse cargo


Tenía 17 cuando egresé del secundario. Sabía que algo tendría que hacer después de eyectarme del colegio hacia el mundo adulto. Sin demasiados intereses en aquél entonces, opté por una salida más o menos sensata. Me inscribiría en Derecho para continuar con algunos amigos, a los cuales tampoco deslumbraba la idea de ingresar a esa casa de estudios. Podríamos de esa manera seguir algunos años más juntos y era la mejor de las excusas. Para cuando llegó el verano, también se acaloró la necesidad autoimpuesta de salir a ganarme la vida. No podía pretender que se hicieran cargo de mí, como si no existiera posibilidad de valerme por mí mismo.
Mi primer trabajo había sido a fin de 5to. año vendiendo productos en locales. Y, salvando que el ingreso recibido había sido miserable, me tentaba la idea de continuar en ese tren. Gracias a una conocida de una amiga, etc, etc, entré como cadete en el Conicet. Me sentía Rogelio Roldán (para los que no lo conocen, era un personaje encarnado por el último gran comediante argentino, Alberto Olmedo). Cobraba la módica de $170 en el año 93, lo que alcanzaba para pagarme los viáticos, almuerzos, una cena afuera y un telo por mes con mi novia y poco más. Así y todo era feliz. No había opción entre Liberación o Dependencia...
Despúes fui cambiando sucesivamente de trabajos: ventas, administrativos, asesoramiento, en empresas públicas y privadas...dejando las leyes truncadas y encontrando mi vocación con los años.

Hoy, veo cómo muchos de los que estaban en mi posición optan por seguir acobachados bajo el ala de mamá. Pretendiendo ser hijos eternos, parece que no se decidieran a enfrentar la vida. Crecer no es sólo cambiar el almanaque después del brindis. Implica resignar muchas cosas para intentar alcanzar otras. Cortar el cordón, vencer los temores, probarse...hay cierto temor en muchos y me llega hondo. Chicos envalentonados que creen estar de vuelta de muchos lugares a los que no se animan a llegar.
Miedo, conformismo, expectativas nulas. Un paquete en el que confluyen medidas económicas, un digitado desaliento a la educación, un país donde el éxito va ligado a la vacía exposición mediática más que a los logros propios. Y no quiero hacer un discurso politizado, aunque no pueda evitarlo del todo.
Sólo quisiera que alguno de estos pibes que hoy se preocupan más por saber con quién anda la Tota Santillán, pensaran un rato en ellos y en su futuro.

Porque no da lo mismo no hacer nada que intentarlo.
Porque errando la ruta, se encuentra otro camino.
Porque teniendo la Filcar de papá no alcanza.

lunes, 7 de julio de 2008

CONSUELO ESTERIL


8 am. Debería estar entrando a trabajar y sin embargo, aquí sigo esperando el bendito colectivo. No es casualidad, me demoré una vez más a sabiendas. Nada bueno me espera allá una vez que marque la entrada. Al menos nada que me otorgue cierta plenitud.

Sabido es que cuando el oficio de uno dista de su pasión, difícilmente sea otra la actitud.
La mañana parecía diseñada para seguir arropado, jugueteando con el lomo del gato que ronroneaba a mis pies. Pero debía emerger de ese estado de reposo e introducirme en el mundo laboral. Café de por medio, abrí el agua para darme un baño de inmersión y quitarme el sopor de lunes. Como para reencontrarme con el útero materno, contenedor.
Sin relojes a la vista, supuse que los aproximadamente veinte minutos serían suficientes como para no despertar miradas inquisidoras por el retraso.
Me cambié pensando sólo en la limpieza y no tanto en la combinación. Encontré un buzo en estado aceptable y traspasé el umbral. Al echar llave, sentí un vació desolador. Sabía también que el día no sería demasiado agitado. Las ventas no estaban en su pico y no habría demasiados sobresaltos, calculé.
Sin embargo, no podía quitarme esa sensación de angustia.

Trepé al estribo y, mentalmente, repasé las veces que me propuse eliminar este item de mi vida. Ahí seguía, llevándose 48 horas semanales de mi vida contando las 3 de viajes. Vale decir que 2 de los 7 días de la semana estaban destinados a cumplir con esta "obligación".
A 6 horas promedio de sueño diario, se me iban casi otros 2. Calculé una hora más por día pensando en el trabajo, más otra adicional pensando en cómo dejar de hacerlo. Se me iba medio día más. Quedaban libres unas 60 horas, a las cuales debía agradecer mi sostén emocional. Quitando de ellas el tiempo que lleva asearnos, cocinar, limpiar, podría decir que, en limpio, eran unas 48 horas.
Vale decir que por ellas, uno hace todo lo otro. Pensaba en cuánto tiempo le queda a un padre o una madre para compartir con sus hijos. Peor todavía si en esas 48 horas que a uno le "sobraron" (sin contar algún espacio para la intimidad de la pareja) ellos están metidos en la computadora, viendo televisión o cualquier otra actividad.
Al momento de bajar, me alegré de no aún no haber dejado descendencia...


sábado, 5 de julio de 2008

Vicio


Era tarde ya...el clima pesado contagiaba el espíritu y podía afirmar que no era la mejor de las noches para caminar bajo la fina garúa. Con las monedas en la mano listas para abordar el colectivo, insultaba para sus adentros el haber olvidado un encendedor y no divisar a otro probable portador de tumores en la avenida.

Los locales cerrados, los árboles inmóviles, ningún vehículo acercándose. Estancado en la parada, jugueteaba con el último cigarrillo en la boca y el filtro se le iba humedeciendo al correr de lado a lado. La espera se hacía insostenible. Comenzó a desandar el trayecto, más para encontrar lumbre que para llegar a destino. Pasaron una, dos, cinco cuadras. Nada ni nadie se disponían a facilitarle la anhelada dosis de nicotina.

Absorto en su peregrinaje, omitió acompañar los pensamientos con la realidad. Una vez más. Tarde fue cuando vió la mole de hierro alejándose presurosa, echando una enorme humareda por el malogrado uso. Quería lo mismo para él...tan solo una bocanada recorriendo los conductos y liberarse de la hostilidad del entorno ya.

Para entonces, un par de truenos declaraban el inicio del aguacero. Guardó el cigarrillo dentro de la campera y revisó la billetera. El dólar de la suerte intimaba en ella con un billete de cinco pesos. Viajar en taxi era una utopía, hallar un cajero otra. Extraña situación para quien de 10 a 15 horas atiende la ventanilla 2 del Banco Santander.

Faltaban unas 30 cuadras para acomodarse en el confortable sommier y le parecía una eternidad. De imprevisto, una fuerte tos ajena le dió la esperanza de dar con lo que tanto buscaba. En efecto, un hombre de unos 40 años dobló la esquina exhalando humo. En otro momento le hubiera engendrado un fundado temor, ya que su aspecto denotaba años de vivir sin un techo fijo y varias semanas esquivando una ducha. Lo indagó presuroso, pensando en encender lo que tanto había protegido dentro de la campera. El hombre atinó a disculparse por no tenerlo y siguió su marcha. No podía ser, no había explicación para tantas contrariedades.

Liberando al deformado cilindro de su escondite y, con extrema delicadeza, lo estiró un tanto y acomodó su contenido a la espera de otra oportunidad. Escudriñando la acera en busca del último hálito de vida de quién había ocasionado aquella carraspera, divisó al borde del cordón un tibio rojo que aún subsistía entre las gotas. Rescatándolo, lo enfrentó al suyo y aspiró con todas sus fuerzas, sintiéndose increíblemente libre...

martes, 1 de julio de 2008

Sólo un punto de vista


Venimos libres al mundo. De prejuicios y otras tantas contaminaciones que nos va mostrando el escaparate de los años y que vamos comprando con actitud compulsiva mientras "crecemos".

Esa agresión comienza ya desde la socialización primaria, con las primeras relaciones.

Madres y padres que incorporan a ese enorme y vacío disco rígido información no siempre corroborada, apreciaciones subjetivas, negaciones, frustraciones y tantas otras cosas que nos van desdibujando y nos forman para llegar al jardín más moldeados, seres capaces de discernir entre un Jorgito y un Havanna por ejemplo.

Ahí juegan también la integración, adaptación, etc. Problemática que no muchos logran sortear fácilmente, quedando algunos manchados con el mote de "tímido" en la más suave terminología hasta el de "enfermo que no quiere jugar a nada" entre las menos sutiles.

Ni hablar de la enseñanza primaria donde, además de la educación impartida desde la caduca y pobre literatura de los manuales, encontramos la separación que nos brinda la televisión. Aparecen las "Divinas" y las "Populares" donde las primeras son versiones a escala de Pamela Anderson que contonean su firme humanidad con una seguridad que envidiarían más de varias de 30 y donde las últimas lejos están de ser las descamisadas a las que se dirigía Evita. La crueldad muestra sus fauces cada vez más seguido y la discriminación se utiliza tanto como la Playstation.

Qué decir entonces del secundario, donde ya todo está mucho más segmentado. Encajar en algún grupo (hippies, rockeros, cumbieros, metaleros, stones, bolicheros, los últimos: floggers, emos, etc,etc ) consume las energías de la mayor parte de los adolescentes. Notaron que no puse intelectuales o estudiosos? Son tan pocos que deben hacer una búsqueda intercolegial para encontrarse cuatro en una mesa del bar "La Paz".

Luego, con la presión social ejercida por lo laboral, vuelven a dividirse las aguas: aquellos que han logrado el éxito comercial (sea por medio de un título, ascensos, serruchadas de piso, encamadas) se aislan en countries, barrios privados, clubes selectos.

Los que quedaron a mitad de camino muchas veces miran ese "mundo todo bien" con la ñata contra el vidrio en un Restó de Las Cañitas o queman sus magros sueldos dentro, viviéndolo para sí por un par de horas.

Peor la pasan los que revisan los coquetos y verdes recipientes de basura que adornan las esquinas.

Todo esto vino a cuenta de recordar la Teoría de conjuntos. Pertenencia, inclusión, unión, intersección....Donde nos ponemos? Quién nos pone? Cuándo será posible vivir en una intersección amigable?